El término competencia es derivado de “competente”, que fue incluido en los primeros trabajos de N. Chomsky sobre la “forma del lenguaje”. Es un concepto clave en su teoría ya que ésta es universal, independiente de cada lengua, y explica la habilidad humana para aprender la primera lengua. La teoría explica la competencia (competente), intuición consciente o no, del hablante nativo (su conocimiento de la lengua como hablante- oyente ideal).
La competencia es la realidad mental que respalda la ejecución (performance), el uso que el hablante hace de su lengua.
Pero, fue en 1955 que el lingüista rumano E. Coseriu lo formulara, explícitamente, en la teoría general del saber hablar, un modelo de competencia comunicativa, puesto que intentan dar cuenta de todos las subcompetencias, que según Coseriu un hablante debe dominar para "saber hablar".
A saber: "(...) dotar al alumnado de los recursos de expresión y comprensión, y de reflexión sobre los usos lingüísticos comunicativos, que le permitan una utilización de los diversos códigos lingüísticos y no lingüísticos disponibles en situaciones y contextos variados, con diferente grado de formalización o planificación en sus producciones orales y escritas ", como lo indican también Lomas, Osoro y Tusón,( 1993:14-15).
Las distinciones básicas que aporta Coseriu tienen su base en el saber intuitivo de cualquier hablante de cualquier lengua. Cualquier hablante, defiende el lingüista rumano, puede distinguir intuitivamente tres niveles en el lenguaje, que constituyen el saber hablar en cuanto conocimiento técnico del lenguaje: uno universal, otro histórico y otro individual. En palabras de Coseriu: "[.••] el lenguaje es una actividad humana universal que se realiza individualmente, pero siempre según técnicas históricamente determinadas ('lenguas')" (Coseriu 1981a: 269). Se trata, por tanto, de escalones del lenguaje en la medida en que se da una progresiva determinación del hablar. En un primer nivel todos los hombres adultos hablan, pero esta actividad se atiene a las normas históricas de una tradición idiomática de una comunidad determinada, es decir, siempre se habla en una lengua. Por último, esta actividad se realiza siempre individualmente, es decir, la actividad discursiva no es una actividad coral.
A cada escalón del lenguaje le corresponde una norma de "corrección" y, en consecuencia, un tipo de saber lingüístico en que se basa la actividad de cada nivel. De este modo, son tres los saberes lingüísticos por los que podemos enjuiciar si un texto está en conformidad o no con las normas de sus respectivos niveles del hablar.
La consideración del nivel universal y de los principios que rigen la actividad del hablar en este nivel es, pensamos, la aportación más llamativa de la teoría coseriana con respecto a otros modelos de competencia comunicativa. El hablar en general, es decir, la actividad de hablar considerada en el plano universal se realiza comúnmente de acuerdo a una técnica universal que puede llamarse saber elocucional.
Esta competencia lingüística general se refiere, pues, al hablar como tal, trasciende las lenguas particulares o, mejor, es anterior a ellas: es una competencia que impone restricciones y que exigimos espontáneamente al lenguaje en este nivel. Coseriu utiliza para denominar el criterio de corrección correspondiente a este nivel el de congruencia. De este modo, bajo el saber
elocucional un texto será congruente o incongruente según su conformidad o no con estas normas universales del hablar. Coseriu ha señalado, sin pretensión de exhaustividad, algunos de los principios que formarían parte del saber elocucional, como la exigencia de claridad, la coherencia, la no-contradicción, la no-tautología. No obstante, todos estos principios quedarían subsumidos en dos tipos de conocimiento: 1) los principios generales del pensar humano; 2) el conocimiento del mundo.
Con respecto al escalón idiomático, podemos juzgar un texto como correcto o incorrecto bajo el prisma de la corrección idiomática, es decir, se trata de ver si lo hablado corresponde o no a las normas de una tradición histórica del hablar.
Por fin, en el nivel individual, por lo que Coseriu denomina saber expresivo podemos juzgar un texto como adecuado o inadecuado. Coseriu ha diferenciado tres tipos de adecuación y así señala que lo adecuado corresponde a los diversos factores del hablar, de tal modo que con respecto al tema u objeto representado un texto puede ser adecuado inadecuada; en segundo lugar, será apropiado o inapropiado con respecto a los destinatarios; finalmente, hay que tener en cuenta las circunstancias concretas del hablar para ver si un texto es oportuno o inoportuno (Coseriu 1992:203-204).
La distinción de estos tres niveles es racionalmente necesaria porque a estos niveles corresponden tres tipos de contenido lingüístico. Al nivel universal le corresponde la designación, es decir, la referencia a la "realidad", a los estados de cosas reales o mentales. Al nivel idiomático le corresponde el significado o contenido de un signo en cuanto dado en una lengua que, como es sabido, puede isomórfico en otra lengua, puede ser parcialmente diferente o puede no existir en otras lenguas. Por fin, "el sentido es el contenido de un texto, es decir, lo que el texto expresa más allá (y a través) de la designación y el significado" (Coseriu 1981a:284).
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